domingo, 20 de enero de 2013

La historia del jabón


El nacimiento del primer jabón se pierde en la noche de los tiempos.


Los primeros en fabricar algo parecido a los jabones de aceite de oliva fueron los sirios en la ciudad de Alepo. Hace varios miles de años, aquellos artesanos ya fabricaban su famoso jabón con aceite de oliva y hojas de laurel.

Jabón de Alepo

La leyenda cuenta que unas lavanderas romanas descubrieron por casualidad el jabón al mezclarse en el mismo río cenizas vegetales y grasas animales. Hasta ese momento, la ropa se lavaba según un método conocido como 'pies de doncella', pues las mujeres pisaban la ropa en la corriente del río, dejando que el agua arrastrara la suciedad.


Con la caída del Imperio Romano, el jabón dejó de usarse, pero ya en el siglo VII, en Savona, los italianos empiezan a elaborar jabón con grasa y ceniza. A éstos les siguieron los españoles, que desarrollaron el llamado jabón de Castilla, que sustituye la grasa animal por el aceite de oliva.

Jabón de Castilla

Hasta el siglo XII, los mejores jabones se preparaban en el sur de Europa, especialmente en Italia y España, donde era fácil proveerse de aceite de oliva. En el resto de Europa era común el uso de grasas animales e incluso de pescado, y los jabones eran de peor calidad. En el siglo XIII, los franceses empezaron a producir los jabones más cotizados en las cercanías de Marsella, gracias al aceite de oliva.

Jabón de Marsella

La epidemia de la peste negra del siglo XIV hizo que se cerraran muchos baños públicos, que no eran raros, en Europa, al creerse que eran lugares de contagio, y el uso del jabón cayó en desuso incluso entre la nobleza, que prefería embadurnarse el cuerpo de perfumes para evitar los malos olores.

En el siglo XVIII, dos científicos francés, Nicolas Leblanc y Michel Eugène Chevreul, revolucionarán la fabricación del jabón. El primero descubre cómo obtener el carbonato cálcico y el segundo cómo es el proceso de saponificación, donde un ácido (aceite o sebo) con un álcali (carbonato, hidróxido o lejía de sosa) reaccionan para formar jabón más glicerina.

Cuando el jabón se empieza a producir industrialmente, la glicerina que se forma se extrae para venderse por separado, por lo que este tipo de jabones resultan menos hidratantes para la piel.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la escasez de grasas animales y vegetales, fundamentales para la fabricación del jabón, hace que se empezaran a utilizar otros ingredientes químicos que resultaban más económicos. Por ello, a partir de 1950 los productos del jabón fueron gradualmente sustituidos por detergentes sintéticos, más agresivos con la piel y el medio ambiente.

Hoy en día, todavía se sigue luchando para evitar los problemas ocasionados por el desecho desmedido de detergentes.

Ya sabes, utilizar un jabón natural es un regalo para tu piel y para el planeta.




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